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11 de febrero de 2012

El fuego tenía razón...

El reflejo del avivado y pequeño calor del fuego se refleja en mis ojos. La única fuente de luz que tengo es la tenue llama de la vela. No puedo dejar de mirarla. Me hipnotiza con su danza invisible y a la vez rítmica. Me fascina como el fuego se siente tan vivo, la fuerza que tiene, el calor que desprende... ¿Cómo algo tan pequeño se puede convertir en algo tan grande y poderoso? Admiro al fuego. Creo en él. Y quiero seguir su ejemplo. Pero no paro de preguntarme si alguna vez el fuego duda de sí mismo, de si alguna vez no ha creído en el potencial que tiene. 

La suave llama acaba de lanzar una chispa. Creo que sabe lo que estoy pensando... Decido hacerle una rápida caricia para no quemarme (soy consciente de su fuerza); una caricia lo suficientemente significativa como para que me entienda. Tengo un nudo en la garanta. ¿Miedo? ¿Angustia? Puede ser. Se me hace un nudo en el estomago cada vez que lo pienso en frío, cada vez que mi parte emocional y racional se solapan, cada vez que intento maquinar un plan de futuro... Cada vez que me doy cuenta de que estoy dudando de mi mismo. 

No. No me lo quiero creer. Lo he tenido siempre muy claro todo. Mi cabeza funciona así; me quema por dentro el salirme del plan. El fuego vuelve a soltar otra chispa y, de repente, oigo un susurro cuyas palabras retumban más fuerte que un grito en mi interior: "¿Plan? ¿Qué plan?" El fuego sigue danzando sólo como él sabe hacerlo. "No hay plan", me dice. Inconscientemente aparto la mirada de él. "No puedes tener un plan de tu vida... No hay nada escrito. No hay nada planeado". 

Vuelvo a mirar a la llama con deseos de apagarla. "Te estoy diciendo lo que no quieres oir. No planees. Sólo cree en ti mismo y actua. Nuestros actos nos definen. Nuestras creencias definen nuestros actos. Nuestra fe alimenta a nuestras creencias. Y nuestros sueños son los padres de nuestra fe." 


"¿Qué es lo que quieres? ¿Lo sabes?" Vuelvo a mirar a la llama con angustia "No lo sé", respondo. "¿Por qué dudas?" "No lo sé", le vuelvo a responder. "¿Por qué no lo sabes?". Me quedo inmerso en mis pensamientos durante unos segundos. No sé responder. "¿Quién eres?" me pregunta. "Alguien con sueños". Le respondo. "Entonces alimentate de ellos, deja que tu parte racional se impregne de ellos. La fuerza se encuentra en un equilibrio perfecto entre lo racional y lo emocional. Si tienes dudas es porque una de las dos tiene más poder que otra." 

La cera derretida comienza a caer por los bordes de la vela, creando un río ardiente. "Deja de pensar. Deja de dudar. Deja de cuestionarte. Y actúa. Porque hay una cosa cierta y es que el tiempo no se va a parar para que te vuelvas a encontrar. El tiempo es libre. Corre y no espera a nadie. Es un tren que está continuamente en movimiento. Un tren en el que siempre vas a estar subido aunque creas lo contrario".

En ese momento, noto como algo me quema la mano: es el río de cera. "¿Ves?" Aparto la mano y dejo que la cera siga su curso. "Rescata tu esencia, vive el momento y olvídate del resto. Y entonces sentirás tu existencia" La llama comienza a perder fuerza porque ha llegado al final de la vela. "Yo sólo soy una tenue luz que puedo guiar a los que se pierden en el camino, a los que dudan de sí mismos. Soy puro equilibrio. Y, ¿sabes que tiene el equilibrio? Que es perfecto". 

La llama se apaga. La oscuridad envuelve todo. Cierro los ojos. Respiro hondo y los abro. Por fin lo veo. Allí, al fondo. Es una luz que envuelve el marco de una puerta. Me dirijo a ella y la abro. Una inmensa luz inunda todo. 

El fuego tenía razón: el equilibrio es perfecto.